¿POR QUÉ NO FUNCIONA MI ORACIÓN DEL SANTO ROSARIO?
Cuando la Iglesia establece como oración el Avemaría, lo hace para que a través de ella, reconocer y agradecer que Dios se haya dignado tomar nuestra naturaleza en la persona de la Santísima Virgen María, a fin de redimirnos; y por lo cual, glorificamos al Señor en María Santísima, la mujer inmaculada, llena de virtudes, en cuyo corazón habita Dios, por eso se le dice “llena eres de gracia”, y “el Señor es contigo” por ser su alma Sagrario de la Santísima Trinidad; y quien además toma parte de la unión hipostática del Hijo de Dios : “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Por tanto es la Madre de Dios, como lo manifestara su prima Santa Isabel con la frase que constituye la segunda parte de la oración del Avemaría y que la Iglesia la completado con el nombre de Nuestro Salvador. A este respecto, la Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo añade al Ave María la jaculatoria “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”, evocando en primera instancia su intervención en las Bodas de Caná de Galilea, donde alcanzara que Nuestro Señor realizara su primer milagro, connotando así la poderosa acción intercesora de María Santísima ante Dios; Quien ahora glorificada en el cielo, continúa suplicando por sus hijos adoptivos de la tierra, recibidos al pie de la cruz en cabeza de San Juan, y que los atiende no sólo durante esta vida temporal sino a la hora de la partida a la eternidad.
Por tal motivo, el Santo Rosario, donde el Padre Nuestro y el Avemaría se unen, finalizando con la Doxología en honor a la Santísima Trinidad, se convierte en la oración más completa y poderosa que existe, pues cumple asimismo con los mismos fines de la Santa Misa en una dimensión especial, porque también es de Adoración, Reparación, Petición y Acción de Gracias; y ha sido otorgada por María Santísima a Santo Domingo de Guzmán, además de aprobada por la Iglesia desde que se instituyera. Además la oración y su propio instrumento de cuentas es emblemática, porque se ha convertido en el signo del fiel católico.
No obstante, pese a que la historia ha demostrado que esta oración, especialmente en
tiempos difíciles, ha sido el medio milagroso por el cual se ha
dado solución a muchos acontecimientos a nivel personal, social e internacional; no obstante, actualmente hay mucha gente
que reza pero no incrementa su devoción, ni mejora su conducta con su entorno social; y otros dicen, que no obtienen respuesta a sus peticiones. Todo es un indicador que
la oración realizada no tiene eficacia, y ésto es a causa de caer en errores al realizarla.
La clave de eficacia del Santo Rosario se halla al considerar cuatro virtudes, que en acción se convierten
en actitudes, las cuales hacen a nuestra oración agradable al Señor y son : Fe
y amor, esperanza y humildad.
Fe : Cuando oramos debemos confiar plenamente que estamos siendo escuchados
por el Señor, por lo que debemos manifestarlo exteriormente guardando postura
correcta, de rodillas o de pie; o, si se hace sentado, no estar cruzando las
piernas, sino al igual que si estuviéramos frente a un presidente o un monarca de una nación;
mucho más aún si nos estamos dirigiendo a Dios, Rey de Reyes, evitando en todo lo
posible las distracciones que aparecieran en nuestra mente, o estar mirando a todos
lados; sino, con atención a lo que decimos, no pensando en terminar pronto, sino
pronunciando las frases de la oración ni apresurado ni tan lento. Las damas se
deben poner su velo, aún al rezar ante el altar del hogar, en señal de respeto como
si estuvieran en el templo, pues al orar se ponen ante la presencia de Dios
Altísimo, Quien aunque no esté sacramentalmente, lo está espiritualmente. Bien
lo ha dicho Nuestro Señor : “Donde dos o
tres estén reunidos en Mi Nombre, Yo estaré en medio de ellos”. (Mt. 18,20).
Amor : ¿Cómo no amar hablarle a quien tanto le debemos? ¿Cómo no querer estar un momento en su compañía al saber que nos oye? Cuando no tengamos muchas ganas de orar, debemos siempre hacerlo, porque a quien nos dirigimos es a Nuestro Padre Creador; y, cuando rezamos especialmente el Santo Rosario lo hacemos tomando la intercesión de la Madre Santísima; por tanto, recordemos que Ellos nos aman y están prestos a escucharnos. Hay mucho por qué orar : agradecerle por un día más de vida, por la salud, alimento abrigo y techo; por haber logrado obtener cosas buenas, y aún las cosas no tan buenas, pero que nos sirven de aprendizaje a fin de evitar cosas peores en el futuro o para mejorar lo que debemos hacer; además, también para reparar nuestros propios pecados diarios : veniales, mortales o los de omisión. El pecado de omisión, es cuando dejamos la oportunidad de hacer algo bueno pudiéndolo haberlo hecho, simplemente por falta de voluntad.
Esperanza : Si tenemos certeza de ser
escuchados, entonces sabemos que Dios nos va a responder, y puede decirnos sí a
lo que pedimos, o decir no, por no ser conveniente para la salvación de nuestra
alma; porque aquello que pedimos puede parecernos bien, pero en el futuro nos
puede arrastrar hacia algo malo.
Nosotros no conocemos el futuro, sólo Dios lo conoce, así que es necesario tener
paciencia y perseverar, insistiendo en orar hasta que Él nos conceda lo pedido,
pues puede darlo en un transcurso del tiempo cuando las cosas sean más convenientes.
Pero cuando nos niega lo pedido, es cuando nos presenta algo distinto aunque mejor
de lo esperado, pero que siempre será para el
bien de nuestras almas. Éso sí, Dios nos
da a conocer su respuesta a través de las circunstancias o de las personas que
nos rodean, porque Nuestro Señor utiliza más los medios naturales para responder;
y sólo excepcionalmente cuando así lo ameritaran las circunstancias, lo hará en
forma extraordinaria.
Humildad : Reconozcamos que nosotros no merecemos ni siquiera la vida, Dios nos la
ha dado, porque nos pensó, nos amó y nos creó; por tanto, todo se lo debemos a Él,
incluso lo logrado en nuestro trabajo o esfuerzo, pues todos los talentos que
usamos para realizar nuestras obras, han sido dados por Él. Por
tanto nuestra oración debe ser asumida con desprendimiento de nosotros mismos, dispuestos a aceptar Su voluntad sobre
nosotros, a semejanza de María Santísima, Quien dijo al Señor : “Hágase en Mí tu voluntad”. Para dicha nuestra, la voluntad de Nuestro
Señor hacia nosotros siempre será la mejor, porque es nuestro Padre que nos ama
muchísimo y quiere nuestra felicidad eterna.
De modo que si cumplimos estas condiciones en nuestra oración, ésta será eficaz, ya que Dios nos hará llegar su respuesta con total seguridad. Sólo hay que estar atentos a esa respuesta.
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