EL PATRIARCA ABRAHAM SÍ CONOCIÓ Y CREYÓ EN EL REDENTOR
Por Lic. Martha Tenorio Azaña
En varios discursos que han dado los últimos
pontífices, me refiero a Juan Pablo II, Benedicto XVI y por supuesto Francisco,
en un afán de lograr la unidad entre las religiones, han asegurado que los
judíos, musulmanes y católicos, inmersos en este universo, creo yo, paralelo al
nuestro, denominado “ecuménico”, creemos en el
mismo Dios.
¿Será cierta tanta belleza? Pues, entonces deberíamos asegurarnos,
acudiendo al mismo Jesucristo, el Verbo de Dios Encarnado, cuya Palabra es la
única valedera, contundente y veraz, quien entabló un diálogo con los judíos que
ácidamente lo trataron : “¿Eres tú más que nuestro padre
Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El
que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”,
aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería,
como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra”.
Abrahám, vuestro
padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría» (Jn, 8, 53-56).
Aquí
el Señor precisa de modo lapidario, que los judíos no conocían a Dios, pues
Dios es Trinitario, un solo Dios en Tres Personas Distintas; no obstante, ellos llamaban
Dios sólo al Padre, y Él,
apiadándose del aún “pueblo elegido” cumpliendo
su promesa de siglos, envía al Redentor
a través de María Santísima. Sin embargo, los judíos rechazaron al Hijo de Dios,
aunque habían visto sus obras y grandes milagros, rechazo que continúa hasta
hoy. Por otro lado, Nuestro Señor afirmó
a los judíos, que Abraham sí lo llegó a verlo, es decir, a conocerlo. ¿Cómo
podía ser eso, dentro del espacio y del tiempo? Algunos padres de la Iglesia
manifiestan que conoció esta revelación gracias a que tuvo un don profético, aunque también como él
hablaba con el Señor directamente, el Todopoderoso para quien no hay nada
imposible, y el tiempo y espacio es uno, así como a Isaías le hizo ver su gloria cuando ingresó al templo de Dios; a Ezequiel el tener la
visión alegórica de los huesos secos, refiriéndose al pueblo de Israel; a San
Juan Evangelista que vio el futuro de la Iglesia a través de alegorías; así
también Dios pudo haberle dado a conocer
a Abraham al Verbo Encarnado y es por eso que exultó de alegría. Su fe y fidelidad a toda prueba, finalmente
fue recompensada con esta maravillosa revelación, pues Dios se dio a conocer a
Sí mismo, en su Santísima Trinidad, pues al conocer al Redentor, indudablemente
también a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, o sea al Espíritu Santo
quien intervino en la Encarnación.
Los
Padres de la Iglesia aseguran que Abraham sí llegó a conocer al Señor Jesús
como el Redentor, el Mesías esperado :
“Como
Abraham era profeta y con el Espíritu veía el día de la venida del Señor y la
economía de la pasión, por el cual él mismo como creyente y todos los demás que
como él creyeron serían salvos, se alegró con grande gozo. El Dios de Abraham
no era el «Dios desconocido» cuyo día él deseaba ver… El deseó ver este día a
fin de poder él también abrazar a Cristo; y se alegró, al verlo en forma
profética por el Espíritu…”
(San Ireneo, Tratado contra las
herejías IV, 5-7 : «Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se
alegró.» (Jn 8, 56)
“En el Evangelio, el Señor habló a los
judíos de este encuentro; les dice: «Abraham, vuestro padre, exultó al pensar
que vería mi día. Lo vio y desbordó de alegría». «Vio mi día», dice, porque
reconoció el misterio de la Trinidad. Vio en su día al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, y a las tres personas reunidas en un solo día, totalmente en un
Dios Padre, un Dios Hijo y un Dios Espíritu Santo, que son tres en un sólo
Dios”.
(San Cesáreo de Arles, Homilía 83 «Abraham vio mi Día y se
alegró.» (Jn 8, 56)
(Refiriéndose a
Abraham) “Y qué gozo no sería el de aquel corazón que vio al Verbo brillando en
el esplendor de los santos a la vez que continuaba unido al Padre, y que en
algún tiempo vendría hecho hombre sin separarse del seno del Padre? San Agustín, in Joannem, tract. 43
Por tal motivo, Nuestro Señor Jesús, ante el
desafío de los judíos que aseveraban ser hijos de Abraham, le hizo esta
recriminación : “Sé que sois descendientes de Abraham; y sin
embargo, procuráis matarme porque mi palabra no tiene cabida en vosotros. Yo
hablo lo que he visto en el Padre; y vosotros también hacéis lo que habéis oído
de vuestro padre”
Respondieron y
dijéronle : Nuestro padre es Abraham.
Jesús les dijo : Si sois hijos de Abraham, haced las obras de
Abraham. Pero ahora buscáis quitarme la
vida, a un hombre que os ha hablado la verdad, que oyó de Dios; eso Abraham no
lo hizo. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre”.
Dijéronle ellos: “Nosotros no somos nacidos de
fornicación, tenemos por padre a Dios”.
Díjoles Jesús: “Si
Dios fuera vuestro padre, me amarías a mí; porque yo he salido y vengo
de Dios, pues Yo no he venido de mí mismo, antes es El quien me ha enviado.
¿Por qué no entendéis mi
lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra.
Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos
de vuestro padre. Él es homicida desde
el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en
él. Cuando habla la mentira, habla de lo
suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mí, porque
os digo la verdad, no me creéis”. (Jn. 8, 37-45)
Más
adelante Cristo declara su desaprobación al pueblo judío como “pueblo de la
promesa” y les lanza esta advertencia a fin de que conviertan sus corazones, de
lo contrario esto mismo sonará como una anatema :
“Y no presumáis
que podéis deciros a vosotros mismos : “Tenemos a
Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de
estas piedras”. (Mt. 3,9).
Y pues lo hizo, porque formó su pueblo
elegido, la Iglesia Católica, en la
cabeza de San Pedro, cuyo nombre “Kefas” significa “roca o piedra”, con los gentiles,
como así denominan los judíos a los ajenos a su pueblo, y quienes ya bautizados forman la Iglesia que es
la auténtica descendencia de Abraham.
De
esa manera, el pueblo judío dejó de ser el pueblo de Dios, y ahora los miembros
de la Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, son los descendientes de Abraham,
claro que no en la carne, sino en la promesa, porque éste Patriarca cuyo nombre era Abram, Dios se lo cambió en Abraham “padre
de pueblos”, así lo confirma la Sagrada Escritura : “Cayó Abram rostro
a tierra y siguió diciéndole Yahvé: Cuanto
a mí, he aquí mi pacto contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos, y ya no te llamarás Abram, sino
Abraham, porque yo te haré padre de una muchedumbre de pueblos” (Gn. 17,3-5).
Y San Pablo confirma el alcance de
esta paternidad que está más allá de un hecho biológico, pues incluso excluye a
los otros hijos que tuvo Abraham y que no están inmersos en la Promesa
Redentora, sosteniendo quienes forman la descendencia auténtica : “Ser descendientes de Abraham no los hace verdaderos hijos
de Abraham, pues las Escrituras dicen: «Isaac es el hijo mediante el cual
procederán tus descendientes», aunque Abraham también tuvo otros hijos. Eso significa que no todos los
descendientes naturales de Abraham son necesariamente hijos de Dios. Solo los
hijos de la promesa son considerados hijos de Abraham.”(Rm. 9,7-8).
Por
otro lado, los musulmanes creen en Aláh,
como su dios, y a quien lo identifican como el dios de Abraham, quien tuvo un
hijo de la esclava egipcia Aghar, llamado Ismael, padre del pueblo árabe, del
cual apareció Mahoma, quien fundó la religión musulmana. Ante
todo, primeramente el nombre de ese dios, tuvo su origen en una antigua deidad
de guerra de los árabes del desierto, y al cual Mahoma a fin de que aceptaran
su religión, aplicó el sincretismo identificándolo como el dios de Abraham; por
tanto no debe causar extrañeza la violencia con que actualmente actúan los
musulmanes más fundamentalistas, pues desde tiempos remotos, su religión se
caracterizó por llevar un proselitismo agresivo. En segundo lugar, el Corán, su denominado libro
sagrado, quien Mahoma aseguró su origen de los mensajes dictados por un angel a
quien lo identificó como Gabriel; podemos citar a San Pablo, quien explica que
una religión diferente a la cristiana tiene un origen diabólico : “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo os
predicare otro evangelio del que os hemos predicado, sea anatema”
(Gal.1,8). Y si realmente a
Mahoma se le hubiera presentado un ángel, debió ser un ángel caído que se hizo
pasar por un angel de luz, porque : “Y no es de
extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Cor. 11,14).
Al considerar estos fundamentos
del Depósito de la Fe ¿podría haber alguien que piense que católicos, judíos y
musulmanes creemos en el mismo Dios?
Lamentablemente sí, porque al
parecer, algunos de la Sede de Pedro, debido a su simpatía al pueblo judío
especialmente, se han propuesto a orientar el sentido de la Escritura fuera del
auténtico magisterio de la bimilenaria Santa Iglesia Católica, es decir,
contrariar a Jesucristo, dándoles el título de “hermanos mayores en la fe” y
aseverando contra todo pronóstico que aún continúan siendo “el pueblo de la
promesa”.
« Abrahán […] saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y
se llenó de alegría » (Jn 8,56). Según estas palabras
de Jesús, la fe de Abrahán estaba orientada ya a él; en cierto sentido, era una
visión anticipada de su misterio. Así lo entiende san Agustín, al afirmar
que los patriarcas se salvaron por la fe, pero no la fe en el Cristo ya venido,
sino la fe en el Cristo que había de venir, una fe en tensión hacia el
acontecimiento futuro de Jesús (Cf. In Ioh. Evang., 45,
9: PL 35, 1722-1723). Francisco,
papa, Lumen fidei, Carta encíclica, 29-06-2013.
¿Se entendió? algo
enredosa como es usual la forma ambigua de expresarse de este pontífice, no
obstante intenta asegurar que San Agustín afirmaba que los patriarcas se
salvaron por la fe en un Cristo futuro, pero, no habla de Abraham, que vio a
Cristo por lo cual se alegró inmensamente, eso ni lo menciona. En esta galimatías o juego de palabras
subtextuales, da alusión o pretende darle razón a la presunción judía que el
Mesías aún deberá venir más adelante. ¿Se capta la idea?
“Vuestro padre Abraham se regocijó
pensando en ver mi día; lo vio y se alegró” (Jn 8, 56). La vocación de Abraham
se presenta completamente orientada hacia el día del que habla Cristo. Aquí no
valen los cálculos humanos; es preciso aplicar el metro de Dios. Sólo entonces
podemos comprender el significado exacto de la obediencia de Abraham, que
“creyó, esperando contra toda esperanza” (Rm 4, 18). Esperó que se iba a
convertir en padre de numerosas naciones, y hoy seguramente se alegra con
nosotros porque la promesa de Dios se cumple a lo largo de los siglos, de
generación en generación. (Juan Pablo
II, papa, Homilía, 23-02-2000 Durante las
celebraciones en recuerdo de Abraham “Padre de todos los creyentes”
Juan Pablo II, también
sorprende declarando que Abraham vio el día en forma subjetiva, solamente por
fe y esperanza, hasta cita a San Pablo respecto a la fe de Abraham por su
obediencia. Sin embargo, niega tácitamente que haya conocido a Cristo, ¿se
olvidó que Nuestro Señor declaró categóricamente que Abraham sí lo conoció, así
como también lo afirmaban los Padres de la Iglesia?
Las contradicciones post
Concilio Vaticano II pretenden limitar la acción de Dios y reiterpretar las
Sagradas Escrituras, orientadas incluso a satisfacer demandas ajenas a la Santa
Iglesia Católica. Esta es una perla más de la que se puede hallar en los
escritos post conciliares, pero que demuestran que el actual magisterio de la
Iglesia actual, no camina con el de hace 2000 mil años.
La pregunta continúa
vigente : Al considerar los fundamentos del Depósito de la Fe auténticos - contrastados con propuestas progresistas y
rayando a inmanentistas ¿podría haber alguien que piense que católicos, judíos y
musulmanes creemos en el mismo Dios?
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