PATROCINIO OLVIDADO DE NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO ROSARIO
BUSQUEMOS REIVINDICAR EL PATROCINIO OLVIDADO DE NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO ROSARIO, PATRONA Y PROTECTORA DEL PERÚ DESDE 1,643
por Lic. Martha Tenorio Azaña
La ciudad de Lima, Perú, que en otrora fue el bastión católico de América, ofrece a todo visitante la gama de monumentales templos en honor especialmente a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Virgen María, legado maravilloso de su pasado religioso virreynal. Entre tantos existentes, se distingue un hermoso templo que se encuentra a una cuadra de la Plaza Mayor, entre Jirón Conde de Superunda y Jirón Camaná, frente al Correo de Lima; se trata nada menos que de la Basílica de Nuestra Señora del Santísimo Rosario, Santuario de los Santos Peruanos contigua al Museo-Convento de Santo Domingo.
Al ingresar por la puerta de la Basílica aledaña a la portería del Convento, se divisa el Altar Mayor ubicado en la nave central con un Cristo Crucificado y más arriba de éste, la escena esculpida en relieve de la aparición de la Santísima Virgen a Santo Domingo entregándole el Santo Rosario; y en las naves laterales, como el de la derecha, se ubica el altar de los Santos Peruanos : Santa Rosa, San Martín de Porres, San Juan Masías y la Beata Sor Ana de los Ángeles; y en el de la izquierda se puede observar el magnífico altar conteniendo una portentosa imagen de la Santísima Virgen del Rosario con el Divino Niño Jesús en brazos, mismo que curiosamente puede contemplarse de inmediato al ingresar por la puerta principal del templo. Es pues de esta imagen de quien hablaremos a continuación.
La presencia de la imagen de Nuestra Señora del Santísimo Rosario en el Perú se originó a mediados del S. XVI, se cree que fue donada por el Emperador Carlos V de España, pues al fundarse en 1541 el Convento de la Orden de Predicadores (Padres Dominicos) en Lima, ubicada entre el jirón Conde Superunda y jirón Camaná, se la instaló en el altar izquierdo de la hermosa Basílica en cuestión y desde entonces no hubo habitante de Lima o que llegara a Lima y no le tributara su amor; al punto que para organizar su culto durante el mes de Octubre, dedicado a la Fiesta de la Virgen del Rosario, se formaron otras Cofradías del Rosario además de la de Españoles, como la de Naturales, la de Pardos (indios) y la de Negros; rivalizando entre ellas en agasajarla mejor cada domingo del mes que les tocaba por orden.
La imagen empezó a gozar gran popularidad por la fama de su belleza, pues era la más antigua y mejor talla de tamaño natural vista en toda América, así como por los copiosos milagros y gracias que empezaron a extenderse por todos los lugares del país.
Con la finalidad de arreglar y mejorar su altar, la imagen pasó por unos años a la nave derecha de la Basílica de Nuestra Señora del Santísimo Rosario, en un retablo que actualmente ocupa un gran Cristo Crucificado. Ahí la conoció Santa Rosa de Lima, ante la cual oraba con gran efusión y con cuyo Niño Divino que ostenta en sus brazos realizó los desposorios místicos que se relatan en su vida; una hermosa placa en el suelo indica el lugar que ocurrió ese maravilloso momento.
También ante esta imagen se santificaron San Martín de Porres, San Juan Masías y otros muchos venerables devotos del Santo Rosario.
Más tarde, llegó al Perú una Cédula Real del Rey Felipe IV de España, fechada el 10 de Marzo de 1643, donde se disponía que eligiesen un patrocinio mariano en cada colonia, pues con el poder que le investía al Rey otorgado por la Iglesia en aquél tiempo, podía solicitar y autorizar las elecciones de Patrocinios de Santos, en este caso de la Santísima Virgen.
¿Y cómo es que se elige un patrocinio? El patrocinio de una imagen se elige por la incidencia significativa que ha tenido y tiene su presencia en la historia de un país.
El Virrey del Perú, don Pedro Álvarez de Toledo y Leiva, Marqués de Mancera en coordinación con el Arzobispo de Lima, don Pedro de Villagómez y demás autoridades civiles y eclesiásticas, hicieron la elección de la mencionada portentosa imagen de Nuestra Señora del Santísimo Rosario de la Basílica del mismo nombre aledaña al Convento de Santo Domingo (perteneciente a la Orden de Predicadores o más conocidos como Orden Dominica), pues a pesar que en Lima y en otras ciudades peruanas ya existían otras imágenes milagrosas de Nuestra Señora, la primera se había hecho extremadamente popular y muy amada de la población, razones que motivaron elegirla Patrona y Protectora del Perú, título que fue confirmado con otra Cédula en 1645.
Las festividades en honor de Nuestra Amantísima Madre del Santo Rosario se revestían de grandeza y esplendor especialmente en fechas como el Lunes siguiente a la Pascua de Resurrección, que se celebraba a consecuencia de haberse declarado su Patrocinio; también en la fiesta de la Santísima Virgen del Rosario que se le recordaba el primer domingo de Octubre* y en la Fiesta del Dulce Nombre de María, realizada el segundo domingo de Octubre (octava de la Fiesta del Rosario), la cual fue establecida gracias a la intervención de San Juan Masías y durante la cual se organizaba una solemnísima y multitudinaria procesión. En la actualidad, se intenta continuar en algo esta tradicional festividad organizándose anualmente en esa misma fecha, una piadosa peregrinación procesional que parte desde la Plaza Francia, al pie del Templo de la Recoleta, donde siglos atrás, existía en su lugar el Convento de la Recolección de los Padres Dominicos y donde viviera San Juan Masías, amigo de San Martín de Porres; para luego yendo por todo Jr. Camaná entre cánticos religiosos y el rezo de los Quince Misterios del Santo Rosario, se termina en la Basílica de Nuestra Señora del Santísimo Rosario del Convento de Santo Domingo, con una Solemne Santa Misa.
Sin embargo, la sagrada imagen era sacada en procesión cuando había avance de temibles epidemias o cuando aparecían desastres naturales a lo largo del Perú (en total se realizaron veinte portentosas procesiones entre 1644 a 1927) y entonces, luego de intensas rogativas a la Santísima Virgen, Ella derramaba sus gracias especiales y milagrosamente todo volvía a la calma.
Y es que poseer el Patrocinio de la Santísima Virgen, significa tener el amparo de su poder, y cuando se elige una advocación bajo cual tenerla, es porque queremos sentir a María Santísima más nuestra, más cerca de nuestras vidas, como identificada con nuestra idiosincrasia; así que este título debe ser escogido en función del significado dentro de la historia de nuestro pueblo y para el corazón de los habitantes.
Esta imagen de la Virgen del Rosario fue la que a través del tiempo unificó el ideal de nuestra nación, pues la conquista además de sus notables aportes culturales, también había traído ciertos aspectos negativos, pero la gloriosa presencia de la Madre Celestial se convirtió en el elemento emulsionante para apagar las discordias y todos los malos recuerdos que podrían haber entorpecido el proceso unificador.
Nuestro país se había convertido en un crisol donde se fundían todas las sangres : blancos, negros, indios, cholos y otros mestizos; mismos que fueron uniendo sus necesidades e ideales bajo la amorosa mirada de la Embajadora de la Fe.
Ella dio a los indios un nuevo significado de la maternidad, de la aprendida por sus ancestros en la figura de la “mamapacha”, la milagrosa madre tierra, que les ofrecía los alimentos de cada día, la cual ahora se personificaba en la Madre de Dios que les venía a ofrecer el alimento más importante : Cristo Jesús, para sus almas, invitándolos a alimentarse de la Eucaristía así como también de la Palabra de Dios contenida en el Santo Rosario.
Para los cholos (mestizo nacido de un padre español con madre india), la fusión de sus sangres representará la bendición divina, mediante la cual se hacen poseedores de dos culturas con las cuales construir una sola nación, una de ellas trayéndoles la fe junto con la acogida amorosa de la Madre de Dios en la propia tierra de sus ancestros nativos, invitándoles a establecer las bases de esta nueva sociedad mediante los frutos espirituales de la meditación del Santo Rosario.
Para los negros, Ella les otorgará su comprensión y consuelo ante el dolor de encontrarse lejos de sus tierras viviendo como esclavos, pues María misma lo sintió al huir con el Niño Dios hacia Egipto; así como también conoció el sentimiento de la esclavitud al ser Ella descendiente de un pueblo que fue esclavo de otro y aún después siguió subyugado por el Imperio Romano. No obstante, Ella, la Madre Celestial mostrándoles el Niño Divino en sus brazos, les vendrá a ofrecer el amor, la fe y la esperanza en esta nueva tierra, con su dulce recibimiento y auxilio materno, haciéndoles ver que en medio de sus sufrimientos, están ellos más cerca de Jesucristo, al compartir su dolorosa Pasión de cierta manera, e invitándoles a descubrirlo más durante la meditación de su vida en el Santísimo Rosario.
Para los fervientes colonos, Ella será el abrazo de Dios de bienvenida a una nueva tierra pródiga, haciéndoles descubrir a través del Santo Rosario, la providencial tarea de ser los evangelizadores de sus nuevos hermanos, misma que deben aprender a continuarla sus hijos nacidos en el nuevo territorio.
Es así como para cada corazón, María Santísima hará nacer amor al Dios del Amor, llevándolos prolijamente hasta Él, y de este modo que todos se vayan hermanando en la fe así como lo serán después de nacionalidad.
Tomó parte en la evangelización de nuestras tierras, cuando la Madre Celestial del Santísimo Rosario, tan venerada ya en Lima, durante una batalla final de la conquista, en el Cuzco, año de 1557; se presentó en la forma de esa misma imagen, a fin de conciliar ambos bandos, se colocó entre el pequeño ejército español que se había encomendado a su protección y el numeroso ejército de indios, los cuales atónitos al verla, depusieron las armas para luego ser bautizados. Este acontecimiento se recuerda hasta la fecha en el Cuzco con el nombre de Fiesta de la Descensión de la Virgen.
Y fue con la meditación del Santo Rosario, en sus misterios de la Pasión del Señor, con el cual se consolidó el amor al Cristo sufriente y misericordioso de la cruz, que daría origen a la acendrada devoción al Señor de los Milagros.
Con el correr de los siglos, se iría reduciendo el país geográficamente y un nuevo sistema político aparecería en escena : la República, pero el idioma, la cultura y principalmente la fe, cuyo fruto y patrimonio también es la veneración y patrocinio de Nuestra Madre del Santísimo Rosario, se había cimentado, de tal manera que en todos los lugares del país, de Norte a Sur, de Este a Oeste, ya existía un templo o un santuario donde se le honraba.
Ya a inicios de la vida republicana, vemos que insignes próceres de la independencia americana como don José de San Martín y don Simón Bolívar se postraban ante esta benditísima imagen, y haciéndose sus cofrades del Rosario, le ofrecieron los laureles de sus victorias.
Asimismo, muchos presidentes fueron devotos de esta advocación, como el insigne don Ramón Castilla que le obsequió un finísimo manto y su bastón de Mariscal que puso a los pies del altar de la Virgen del Rosario en su Santuario de la ciudad de Tacna, a su paso por esa ciudad.
El domingo 2 de Octubre de 1927, el Presidente de la República, don Augusto B. Leguía con venia del Mons. Emilio Lissón Chaves, Arzobispo de Lima, con asistencia de los Poderes del Estado y de la Iglesia unidos con el pueblo peruano, coronó solemnemente a las imágenes de Nuestra Señora del Santísimo Rosario y del Divino Niño Jesús en sus brazos, que son venerados en la Basílica del Rosario del Convento de Santo Domingo de Lima, con una corona valiosísima de oro, adornada con diamantes, zafiros, rubíes y otras piedras preciosas, misma que fuera donada por todos los habitantes del Perú, luego de una colecta nacional; ratificando así su soberano patrocinio de siglos sobre nuestra amada nación, tal como lo testifican las palabras de Mons. Sabas Sarasola O.P., quien fuera Obispo y Vicario Apostólico de Urubamba y Madre de Dios, y designado para pronunciar el panegírico de la fastuosa ceremonia de coronación, al recordar años después el impresionante evento, declaró :
“Ya es mucho que sepamos que en cuatrocientos años no ha dejado de darse culto fervoroso a esta imagen que ha llegado con sus milagros y favores al Perú, y que el Perú la ha proclamado su PROTECTORA Y PATRONA y coronado como su REYNA Y SEÑORA. El arte y la religión, la piedad y la historia se dan la mano para tributar un homenaje clamoroso y universal a la Virgen del Rosario, la Madre de Santa Rosa y Refugio de Afligidos, que desde el trono de su camarín derrama a torrentes sus gracias sobre los innumerables devotos que la invocan día y noche en el transcurso de cuatro centurias..”
Lima, 30 de Abril de 1940.
Mons. SABAS SARASOLA O.P.
Obispo y Vicario Apostólico de Urubamba y Madre de Dios
Cabe añadir que hacemos votos para que pronto se reivindique el Patrocinio y Protección de Nuestra Señora del Santísimo Rosario en el Perú, la cual para nuestros ancestros fue la Estrella de la Evangelización y para sus descendientes de hoy, el baluarte de esta nueva evangelización hacia el tercer milenio con Cristo, siempre cogidos de su Santísimo Rosario, bandera de nuestra fe, cultura y raza.
¡PUEBLO CATÓLICO PERUANO,
SAGRADA ES LA TAREA DE RECUPERAR ESTE HONOR PARA
BIEN DE NUESTRA NACIÓN!
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